martes, 19 de junio de 2012

La Semiente sofita'l comunicáu sobre RIO+20

Los colectivos que apoyamos este “comunicado” nos dirigimos a la sociedad asturiana con la finalidad de hacerla participe de nuestras preocupaciones sobre las consecuencias de los acuerdos en Río+20.




Hace  ahora 20 años (junio de 1992) se celebró en Río de Janeiro (Brasil) la Conferencia de las NN.UU. sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida como Cumbre de la Tierra, donde se estableció por primera vez  una agenda global para el “desarrollo sostenible”. En ella se adoptaron convenios internacionales   con la pretensión  de poner en marcha acciones destinadas a proteger el planeta  y la vida en él, y contribuir a que todas las personas pudiesen acceder a una vida digna.

En ese momento, muchas organizaciones sociales, ecologistas, ciudadanas, etc. saludaron y apoyaron los convenios y acuerdos allí adoptados. También en Río, y al mismo tiempo en Porto Alegre, se empiezan a desarrollar nuevas formas de participación ciudadana (Agenda 21, Presupuestos participativos, etc.) con el objetivo de impulsar el necesario desarrollo de una democracia dinámica y en permanente construcción.

Pero las grandes promesas de Río 92 han fracasado, han resultado una farsa. Hoy, 20 años después de la Cumbre de la Tierra, la vida en el planeta se ha vuelto más difícil para la mayoría de la humanidad. El número de personas hambrientas ha aumentado a casi mil millones, lo que significa que una de cada seis personas está pasando hambre, principalmente mujeres y niños del campo. Mientras tanto, el medio ambiente se degrada rápidamente, la biodiversidad está siendo destruida , los recursos hídricos empiezan a escasear y se contaminan, la desertificación y la deforestación siguen avanzando de la mano de la agricultura industrial y la expansión de los agronegocios y de las plantaciones de monocultivos, las emisiones de gases de efecto invernadero no se atajan, el calentamiento de nuestro planeta no se ha detenido sino que se ha acelerado y agravado, la expulsión de l@s campesin@s y de los pueblos indígenas de sus tierras y territorios sigue avanzando de manera acelerada. En plena crisis financiera la imposición a las poblaciones de políticas de ajuste y recortes en los servicios públicos se hace con el aumento del autoritarismo y la represión, poniendo en grave peligro muchas de las conquistas democráticas habidas hasta ahora. Todo ello pone en riesgo nuestro futuro en la Tierra, mientras que se incrementa la pobreza y la desigualdad con especial incidencia en las mujeres.

El gran engaño de 1992 fue el “desarrollo sostenible”, un lavado de cara  en la búsqueda de nuevas formas de acumulación de capital, que hoy, nuevamente, en Río+20,  buscan su legitimación mediante una nueva fachada, bajo el nombre de “economía verde”.

Desde hace años muchos colectivos venimos trabajando, desde la perspectiva de la Justicia Ambiental y Social, para la implantación en nuestra sociedad de una autentica economía verde. Pero hoy constatamos el secuestro de este concepto por las grandes corporaciones y el sector financiero, que con el disfraz de un capitalismo amable y responsable con el planeta, opera una vuelta de tuerca más en la privatización de los bienes comunes y en la continuidad de un sistema de explotación e injusticias.

Tras Río+20 se hablará de la “economía verde” y estará en el centro de los debates como “nuevo” motor de desarrollo, nuevo brazo neoliberal  que conllevará la extrema mercantilización de la naturaleza y la entrega de mayor poder a las corporaciones y al sistema financiero. Para la “economía verde” la naturaleza pasa a ser “capital natural”. Con la “economía verde” se busca no sólo la mercantilización de la parte material de la naturaleza sino la mercantilización de los procesos y funciones de la naturaleza a través del comercio de los servicios que prestan los ecosistemas. Así, por ejemplo, la “economía verde” busca ya no sólo mercantilizar la madera de los bosques sino también  su  capacidad de absorción de dióxido de carbono.
Vemos cómo, mientras existen recursos financieros ilimitados para apoyar al sistema financiero responsable de la actual crisis, se eliminan o deterioran los servicios públicos que satisfacen necesidades humanas y no existe ninguna ayuda para impulsar la necesaria reestructuración ecológica del sector energético, minero y agro-ganadero de Asturias.

Nos oponemos decididamente a la mercantilización de la tierra, del agua, de las semillas, de los alimentos, de la naturaleza y de la vida humana. Sabemos que “la humanidad está frente a una gran disyuntiva: continuar el camino del capitalismo, la depredación y la muerte o emprender el camino de la armonía con la naturaleza y el respeto a la vida”.

No hay salida a la crisis actual con las soluciones del pasado basadas en el alto consumo de recursos naturales y energía.  Esas políticas, que en Asturias se concretaron en la construcción del AVE, las Autovías, el Superpuerto del Musel, las urbanizaciones costeras, etc., necesitan modificarse dentro del marco limitado que nos impone la naturaleza y adaptarlo a sus límites para hacerlo viable; necesitamos una profunda reconversión ecológica de la economía que impulse actividades de bajo consumo en materia y energía y visibilice esas 2/3 partes del trabajo realizado en el mundo, que es trabajo no remunerado y del que el 80% es trabajo de cuidados llevado a cabo mayoritariamente por las mujeres y que no es reconocido ni social ni económicamente pero que está dirigido al bienestar emocional y material más inmediato y es fundamental para el mantenimiento de la vida. A su vez, es necesario suprimir aquellos sectores inviables desde el punto de vista medioambiental y debemos replantearnos muy seriamente las formas de consumo: ¿qué, cómo y dónde consumimos?
     
Nuestro reto es restituir otra manera de relacionarnos con la naturaleza y entre los pueblos. Ese es nuestro deber y nuestro derecho y por ello luchamos y llamamos a seguir luchando incansablemente por la construcción de la soberanía alimentaria, por la reforma agraria integral y la recuperación de la vida rural y las agriculturas campesinas, mediante la implantación de sistemas de producción basados en la agroecología. Por poner fin a la violencia del capitalismo patriarcal.

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